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  • Foto del escritorBasílica Guadalupe

Día 26. La humildad de María

Queridos hermanos: llegamos hoy al último día de esta tercera etapa. Escuchemos este hermoso mensaje del Papa Francisco sobre la humildad de María, y las palabras de San Luis María acerca de cómo vivir esta Consagración. Que María nos enseñe su humildad, y junto con Ella, entremos en la última etapa para conocer más a su Hijo Jesús.



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y feliz fiesta!


En el Evangelio de hoy, Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María al Cielo, en la liturgia destaca el Magnificat. Este canto de alabanza es como una "fotografía" de la Madre de Dios. María "se alegra en Dios, porque ha mirado la humildad de su sierva", así lo dice (cf. Lc 1,47-48).


La humildad es el secreto de María. Es la humildad la que atrajo la mirada de Dios hacia ella. El ojo humano busca siempre la grandeza y se deslumbra por lo que es ostentoso. Dios, en cambio, no mira las apariencias, Dios mira el corazón (cf. 1 Sam 16,7) y le encanta la humildad. La humildad de los corazones le encanta a Dios. Hoy, mirando a María Asunta, podemos decir que la humildad es el camino que conduce al Cielo. La palabra "humildad" viene del latín humus, que significa "tierra". Es paradójico: para llegar a lo alto, al Cielo, es necesario permanecer bajos, como la tierra. Jesús enseña: "El que se humilla será exaltado" (Lc 14,11). Dios no nos exalta por nuestros dones, riquezas, o por las habilidades, sino por la humildad. Dios está enamorado de la humildad. Dios levanta a quien se abaja, levanta a quien sirve. En efecto, María no se atribuye más que el "título" de sierva: es "la esclava del Señor" (Lc 1,38). No dice nada más de sí misma, no busca nada más para sí misma.


Entonces, hoy podemos preguntarnos, cada uno de nosotros en nuestro corazón: ¿Cómo está mi humildad? ¿Busco ser reconocido por los demás, reafirmarme y ser alabado, o más bien pienso en servir? ¿Sé escuchar, como María, o solo quiero hablar y recibir atención? ¿Sé guardar silencio, como María, o siempre estoy parloteando? ¿Sé cómo dar un paso atrás, apaciguar las peleas y las discusiones, o solo trato siempre de sobresalir? Pensemos en estas preguntas: ¿Cómo está mi humildad?


María, en su pequeñez, conquista primero los cielos. El secreto de su éxito reside precisamente en reconocerse pequeña, en reconocerse necesitada. Con Dios, solo quien se reconoce como nada es capaz de recibirlo todo. Solo quien se vacía es llenado por Él. Y María es la "llena de gracia" (v. 28) precisamente por su humildad. También para nosotros, la humildad es el punto de partida, siempre, es el comienzo de nuestra fe. Es esencial ser pobre de espíritu, es decir, necesitado de Dios. El que está lleno de sí mismo no da espacio a Dios, y tantas veces estamos llenos de nosotros, pero el que permanece humilde permite al Señor realizar grandes cosas (cf. v. 49).


El poeta Dante se refiere a la Virgen María como "humilde y más elevada que una criatura" (Paraíso XXXIII, 2). Es hermoso pensar que la criatura más humilde y elevada de la historia, la primera en conquistar los cielos con todo su ser, cuerpo y alma, pasó su vida mayormente dentro del hogar, pasó su vida en lo ordinario, en la humildad. Los días de la Llena de gracia no tuvieron mucho de impresionantes. A menudo se sucedieron iguales, en silencio: por fuera, nada extraordinario. Pero la mirada de Dios permaneció siempre sobre ella, admirando su humildad, su disponibilidad, la belleza de su corazón, nunca tocado por el pecado.


Este es un gran mensaje de esperanza para nosotros; para ti, para cada uno de nosotros, para ti que vives las mismas jornadas, agotadoras y a menudo difíciles. María te recuerda hoy que Dios también te llama a este destino de gloria. No son palabras bonitas, es la verdad. No es un final feliz artificioso, una ilusión piadosa o un falso consuelo. No, es la pura realidad, viva y verdadera como la Virgen Asunta al Cielo. Celebrémosla hoy con amor de hijos, celebrémosla gozosos pero humildes, animados por la esperanza de estar un día con ella en el Cielo.


Y recemos a ella ahora, para que nos acompañe en el camino que conduce de la Tierra al Cielo. Que ella nos recuerde que el secreto del recorrido está contenido en la palabra humildad. No olvidemos esta palabra. Y que la pequeñez y el servicio son los secretos para alcanzar la meta, para alcanzar el cielo.

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San Luis María Grignion de Montfort, El Secreto de María, segunda parte.


VIVIENDO LA CONSAGRACIÓN

43 Como ya te he dicho, esta consagración consiste en hacerlo todo con María, en María, por María y para María.


Dinamismo constante

44 No es suficiente que te consagres totalmente a María una vez para siempre, ni aun que renueves la consagración cada mes o cada semana. Devoción bien pasajera sería ésta, incapaz de llevarte a la perfección a que puede conducirte (...).


1. Obrar con María o a imitación suya

45 La práctica esencial de esta devoción consiste en obrar en todo con María, es decir, en tomar a la Santísima Virgen como el modelo acabado de tu conducta cristiana.


46 Para ello, antes de obrar debes renunciar a tu egoísmo y a tus mejores puntos de vista, anonadarte ante Dios, consciente de tu incapacidad para todo bien sobrenatural y para toda acción útil a tu salvación.


Tienes que acudir a la Santísima Virgen y unirte a sus intenciones, aunque no las conozcas; participar por María en las intenciones de Jesucristo, es decir, entrar en sintonía con su voluntad y en armonía con sus disposiciones, para que Ella obre en ti y haga de ti lo que mejor le parezca, para mayor gloria de su Hijo Jesucristo y del Padre del cielo.


No hay, pues, vida interior ni acción espiritual posibles que no dependan de Ella.


2. Obrar en María o sea en unión íntima con Ella

47 Tienes que obrar siempre y hacerlo todo en María, es decir, irte acostumbrando a recogerte dentro de ti mismo para formar allí como un esbozo o imagen espiritual de la Santísima Virgen.


María será el santuario donde encuentres a Dios por la oración, sin temor a que te rechace; será la torre de David (Cant 4,4), que te defienda de tus enemigos; la lámpara encendida, que ilumine tu espíritu y te inflame en el amor de Dios (Mt 5,15; Lc 8,16; 11,13;12,35); la recámara sagrada donde Dios se te revele; finalmente, María será tu único todo ante Dios, tu recurso universal.


Si oras, será en María; si recibes la sagrada Comunión, la acogerás en María para complacerte en Ella. Hagas lo que hagas, será siempre en María, llegando así a liberarte del egoísmo.


3. Obrar por María, acudiendo a su intercesión

48 Debes acudir siempre a nuestro Señor por medio de María, confiado en su intercesión y poder ante su Hijo5.


4. Obrar para María, siempre a su servicio

49 Tienes, finalmente, que obrar en todo para María, es decir, que, para vivir tu consagración a tan augusta Princesa, no trabajes sino para Ella, para su gloria y honor, y, por intermedio suyo, para gloria de Dios. Renunciarás, pues, a los fines que te inspira el egoísmo –que muy frecuentemente y sin que lo adviertas se constituye en meta de tus acciones– y repetirás con frecuencia desde el fondo del corazón: “Por ti, amada Reina mía, voy acá o allá, hago esto o aquello, sufro esta pena o aquella injuria.”

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